Ayer, último fin de semana de octubre, como cada año nos hemos visto obligados a cambiar la hora para instaurar el nuevo horario de otoño e invierno. Los días pasan a tener más luz por la mañana, oscureciendo mucho antes por las tardes y comenzamos percibir cambios a nivel corporal.
La madrugada del 28 al 29 de octubre se atrasaron las agujas del reloj de las tres pasan a ser las dos, este gesto provoca una ganancia de hora más de sueño, con lo cual el cambio en la luz solar apremia a nuestro cerebro a realizar un reajuste.
¿Realmente nos afecta el cambio de hora?
Este cambio tan áspero y rudo incita a que se originen alteraciones de sueño, cansancio físico, irritabilidad, ansiedad y cierta tristeza parecida a un estado de apatía, desgana y cierto malestar general, pudiendo aparecer baja autoestima y un estado de ánimo melancólico, pero que no cumple con todos los patrones diagnósticos de la depresión.
La glándula pineal o epífisis segrega la hormona de la melatonina, hormona que se encuentra en animales superiores, en concentraciones que varían de acuerdo al ciclo diurno/nocturno, actuando directamente sobre el sueño, y así determina el ciclo sueño-vigilia.
Los efectos de ese cambio horario se pueden disminuir estableciendo una serie de pautas que aliviarán esos síntomas, como por ejemplo acostarse a la misma hora, mantener los mismos hábitos diarios o realizar algún tipo de ejercicio físico.
Los efectos suelen ser leves remitiendo en un corto plazo de tiempo. Empero, se fusionan varios síntomas y si el grado fuera alto seria favorable acudir al psicólogo para eludir un posible trastorno afectivo estacional. En concreto, los expertos aconsejan ocio, aire libre, luz y un poco de actividad física.
Los sujetos más débiles o inermes a este cambio son los niños y los ancianos o las personas con algún problema psicológico, que perciben los efectos con mayor magnitud. Este cambio otoñal perjudica considerablemente a las personas que padecen de depresión o estados similares, sin embargo el cambio horario estival afecta más a los pacientes que presentan sintomatología ansiosa.
Según Larrazabal la reducción o disminución de horas de luz puede tener claros efectos negativos en las personas.
La intensidad de la luz del día origina todo el cuadro sintomatológico, incidiendo directamente en nuestros ritmos circadianos. Se trata de unos síntomas que, a diferencia de otros tipos de trastornos, tienen un claro componente estacional.
El desenlace es continuar con nuestro ritmos cotidianos, ejecutando pequeños cambios de hábitos, tener paciencia para que el organismo se aclimate y se adapte a la nueva situación y poder empezar a gozar y deleitar de la nueva estación otoñal, con ese color que observamos en el entorno, los olores, la lluvia y todo lo que implica y comporta la nueva estación, y todo esto contribuirá a una bienestar emocional.
En resumen, hay que olvidar el tema del cambio de hora, centrándonos en todo lo bueno que nos puede aportar esta nueva estación.